Por eso no se limita a tratar el cabello y calma a sus clientas con masajes de manos. “Se está perdiendo el contacto humano, las caricias y el preguntarnos mirándonos a los ojos si necesitamos algo. Estamos tratando a todo el mundo por igual, cuando un reflexivo no puede funcionar como un colérico. Hay que respetar nuestro ritmo natural, pero vamos medicados para seguir siendo productivos. Tenemos que darnos cuenta de nuestro valor: somos únicos”.
Esa querencia por lo natural fue creciendo en España y Esther tuvo que remangarse. “Me formé en botánica y en concentración de la materia”. El oscense se cansó de fabricar para ella. “Monté un centro de investigación propio para dar servicio a mis salones controlando todo el proceso, desde la semilla que se planta al momento en que se hace”.
Colegas peluqueros le preguntaban qué estaba haciendo y por qué sus salones no olían a químico. “Así saqué el concepto al mundo, para que la peluquería se diese cuenta de que con la agresión no se consiguen buenos resultados”. ¿Por qué el nombre? “El agua es nuestro principal activo en la marca, el gran secreto de nuestra vida”. Una vida que cada vez está menos calmada, critica. “Cuando te persigue un león constantemente empieza la ansiedad, dejas de ver una salida y luego viene la depresión. Vamos a la carrera y se nos cae el pelo o nos sale rosácea debido al estrés”.
Por eso no se limita a tratar el cabello y calma a sus clientas con masajes de manos. “Se está perdiendo el contacto humano, las caricias y el preguntarnos mirándonos a los ojos si necesitamos algo. Estamos tratando a todo el mundo por igual, cuando un reflexivo no puede funcionar como un colérico. Hay que respetar nuestro ritmo natural, pero vamos medicados para seguir siendo productivos. Tenemos que darnos cuenta de nuestro valor: somos únicos”.